La vida es un pecado oculto que sentimos mucho.
Una fuga desafortunada, que carga con el odio de Dios,
y al final de nuestros días todo sale a flote.
Nuestros padres son nuestros modelos de Dios,
pero cuéntale lo que a las estrellas de noche le dices
y conocerás el rostro de Satanás.
Solemos querer cambiar honestidad por concubinas.
Pero en nuestra miseria sale a flote un poema color rojo:
Yo te amo aunque no exista el cielo;
yo te temo aunque no exista el infierno;
porque no es lo externo ni lo interno, es tu sacrificio carmesí lleno de pasión.
Con el tiempo te aprendí a ver no solo en las estrellas,
sino en vagabundos, mendigos, abortivos, prostitutas y desamores.
Ven, Cristo de los pecadores, impacta mi poética religiosa,
dame de tu sangre y cuerpo.
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