Autobiografico N° 3

Apenas comenzaba el día, y de por sí ya era uno para el olvido, igual que todos.
Me había llamado estúpido al menos unas cinco veces.

La esperé a ella sobre una banca.
La mañana lucía blanca… tal vez por la compañía femenina.
Pero lo preciso era decir que era oscura.

"Vamos a buscar perlas a la bahía", ese era el supuesto plan.
"¿Vamos en transporte público o caminando?", ese era el dilema.

Luego hice lo que siempre hago:
me alejé de ti,
sin más que decir,
en un adiós matutino que no decía nada.

Y tu cara bronceada decía mucho,
cuando veías, al desnudo, toda mi pobreza.

No tenía dinero.
Soy el vagabundo de esta ciudad,
y aunque emprendiera en mí el empeño
de buscar todas las perlas posibles —y las imposibles—
en las tripas del leviatán,
siempre seré solo un escritor vulgar, pescador errante,
propicio de guerra
y nunca de la paz que la subyace.

Lo siento, nena,
no puedo escribirte algo de verdad.


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